
En los primeros tangos tenemos letras con aire rural con presencia del gaucho que quedó sin caballo y que siente nostalgia de sus días pasados, en otros casos la inmigración había traído a estas tierras a más de un millón de personas,
en su mayoría hombres solos que habían venido a "hacerse la América",
es decir, a trabajar para juntar dinero y volver en poco tiempo a su
territorio, pero en muy pocos casos lo lograron. La denominada lengua
culta o de las élites intelectuales fue escasamente utilizada en los tangos.
Después de que el tango saliese del estrecho círculo de las academias y
de los peringundines se convierte en motivo de expresión popular en la
vida social rioplatense. Aquí es cuando surgen una serie de letristas que
se proponen una seria dignificación del tango (Le Pera, Manzi, Cátulo
Castillo, Homero Expósito).

pobre y nuestra. Es que en vez de referirse a la lánguida melancolía
ajena, tuvieron la osadía de decirle a los porteños que ellos hablaban
de su noche triste, es decir, de su propia tristeza, y por ende de
nuestra propia tristeza, y en un lenguaje en el que todos podían
reconocerse, tanto en las palabras como en el ambiente.
Las características de estos tangos heredados del modernismo incluían
tanto términos extraños o metáforas en medio de finales acriollados
(“dao”, “cambiao”, “desplumao”, “picoteao”), con la grafía de las
particularidades fónicas rioplatenses, como “casiya” o “fayando”.
Sin embargo, los ecos del modernismo impregnaron la poesía del tango
en los impecables versos de los poetas: “Tus besos fueron míos”;
La persona verbal, oscilante entre el vos y el tú, marcó un largo período
donde el criollismo se impuso en la voz de nuestros poetas. La protesta
contra los motivos tradicionales del tango no tardó en aparecer. Entre
la parodia, la reescritura y los préstamos, se establecen relaciones con
la alusión o la cita explícita u oculta. La parodia recurrió al desenfado
en muchos casos, otros versos estuvieron cargados de melancolía o
exaltados por la libertad que el escritor sentía.

El tango toma del modernismo no sólo una cantidad de recursos retóricos y una querencia ciudadana, sino también algunas riquezas de contenido. La visión maldita de la existencia, el contacto aristocrático con la fealdad y la morbidez, el hechizo de los bajos fondos y de la vida bohemia
son tópicos del modernismo.
Más aún: la imagen de la mujer que prolifera en las letras de
tango proviene de la población modernista de mujeres fatales y
celestiales vírgenes prudentes que aparecen en las novelas canónicas
de la tendencia: De sobremesa de José Asunción Silva, La gloria
de Don Ramiro de Enrique Larreta (otro tangófobo ilustre),
Redención de Ángel de Estrada y las noveletas de Enrique Gómez Carrillo.

De algún modo encarna la amenaza de castración porque la virgen puede desconocer la virilidad del macho, anular su privilegiada diferencia.
Por su parte, la vampiresa es la que porta cargas eróticas
activas y reduce al varón a la pasividad, llevándolo al
agotamiento, el vicio y la ruina. Compite con él en iniciativa
y actividad, y lo emprendedor y activo es viril. Rubén la
personifica elocuentemente en la figura de la varona inmortal,
suerte de cuerpo femenino habitado por un ánimo varonil.
En las dos encarnaciones, la mujer es la madre, diosa o criatura
En las dos encarnaciones, la mujer es la madre, diosa o criatura
inmunda, ambivalente a partir de la sacralización y las
interdicciones del tabú. Este rasgo de insuperable apego a la
madre tiñe de maldad la visión del mundo social descrito en los
tangos a través de un esquema familiar al que me referiré más
adelante. Más aún: la cercanía de la madre inhibe al sujeto,
porque sólo es deseoso quien huye de la madre.
El tango cantado es un género de índole teatral. Aparece en
sainetes y revistas, sus intérpretes suelen ser actores y sus
letristas, autores de teatro, empresarios, directores de escena
y luego de películas sonoras donde el tango tiene un papel decisivo.

El teatro es un espacio donde la masa inmigratoria se reconoce en sus tipos característicos, repasa su habla peculiar – lunfardo y cocoliche – y hasta explaya su visión de la sociedad. Los cómicos revisteriles y saineteros, desde Florencio Parravicini hasta Enrique Pinti, pasando por Pepe Arias y Tato Bores, son una suerte de críticos sociales e ideólogos populares, con un predicamento comparable o superior al de los políticos
de profesión.
Entre éstos – y con las reservas del caso, porque siempre fue un militar
Entre éstos – y con las reservas del caso, porque siempre fue un militar
con reticencias políticas muy marcadas – Perón es el primero de aquéllos
que comprende la eficacia social de lo histriónico y manejará, entre la
radio, el cine y la televisión, una seductora teatralidad. Junto a él habrá,
no por casualidad, una actriz: Eva Duarte.

Las cantatrices personifican sin ambages a los varones y algunas artistas del tango llegan a ponerse ropas masculinas en sus presentaciones, como Azucena Maizani y Paquita Bernardo. Esta mixtura histriónica refuerza el carácter teatral del tango cantado
y la percepción de la vida como teatro, como lugar del disfraz y la
simulación, a través de tópicos como “la vida es un tango” o
“todo el año es carnaval”.

La habitual chufla del tango contra el cajetilla o “muchacho del Centro” contiene un matiz de ataque a su borrosa virilidad.
Si del pequeño y cerrado ámbito del teatro vamos a la escena abierta y comprensiva del conjunto social, corresponde apuntar algunas circunstancias que hacen a nuestro tema.
El tango no es sólo amar, después sufrir, después partir y al fin andar sin pensamientos. Al contrario, sus letras están cargadas de profundas reflexiones sobre la vida, la época y hasta
llenas de préstamos y parodias, e idas y vueltas recíprocas con
la influencia literaria de Rubén Darío a Felisberto Hernández, y
como podemos leer mucho hay para decir de estos cruces inesperados.
Integrantes: Diz, Agustín y Alvarez, Alina.